jueves, 18 de marzo de 2010

17


El 17 fue sólo Ofrenda.

Por la mañana, ya lo hemos visto, la recogida de Premios. Hubo quien se quedó en la barraca a la vuelta y echó unas partidillas. La mascletá, sí, hubo, breve pero hubo, precedió a un aperitivo esta vez concurrido, aunque sin alardes. Y ya está, poco más que contar, salvo que a comer se quedó bastante más gente.

Luego vino la desbandada, que había mucho por peinar, por vestir, por descansar


La Ofrenda bien, gracias. Este año, la hora y el frío, bastante mermada por la zona de la chiquillería. Aun así, como siempre, componemos un cuadro espectacular una vez desplegadas las tropas en el orden del desfile. La espera en Quevedo estuvo amenizada por una música divertida que nos hizo CASI olvidar el bris. Esas mantas tan incómodas para muchos que se las dejan en casa, eran miradas ahora con envidia. Rasca, rasca, de verdad de la buena, por más que alguno hábilmente se pasara: - Coño, Rafa, que me has engordado.
- Que va a ser el thermolactyl, y estoy con la gota gorda.

Total, que a la hora prevista cogimos la curva hacia San Vicente con menos público del habitual tras las vallas, de manera que aquello era un continuo saludar a los acompañantes que desde fuera nos hacían la clacque.

Yo no sabía esto pero desde anoche me imagino cómo se sentirán los conejos cuando son cazados por los coches. Al salir de San Vicente, allí al final, en la plaza de la Reina, una luz potente que te dejaba pasmao, atontao (más de lo habitual), - ¿Qué será? -, y al llegar que vemos encima de un andamio una cámara de televisión recogiendo imágenes. La chica que llevaba el artefacto, tan inmóvil que parecía un ninot.

Bien, dejemos las tonterías de la observación a un lado, que ve lo bo. Aquí la doctrina está dispersa. Yo, frente a los que dicen que la essencia está a partir de la Curva del Micalet, defiendo que es desde el escalonet de Correjería, cuando se acaba el asfalto y te quedas sólo frente a la portada de la Catedral. Suena la música y otra vez cegados por la luz de la televisión que nos espera al final de la calle: Ahí está la Mare.

Al salir, una vez entregados los ramos, queda mucho por vestir, subimos los escalones y espontáneamente cubrimos ambos lados hasta la misma puerta del Palau, esperando a Amparito, que llora y nos hace llorar mientras recibe nuestro aplauso.

Misión cumplida. Una y media.

Punto final.


Si quereis ver el video pinchad AQUÍ

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