lunes, 22 de febrero de 2010

CUENTA ATRÁS



Ayer domingo hicimos la tradicional visita a las fallas, de manera que a las 10 de la mañana salió un autobús, grande, confortable, y con muchos huecos, camino de Xirivella y Montcada. Nos acompañaron como tantas veces bastantes coches escolta... y la lluvia.

Que llueva todo lo que tenga que llover ahora, pero porfa porfa porfa, que nos respete el cielo desde el uno al veinte del mes que viene.

Bien. Una vez elevada la plegaria diré que lo de Xirivella estuvo como siempre, en el pequeño bajo en que todo queda tan abigarrado como el camarote de los hermanos Marx. Está sin pintar, pero tuvimos la idea del resultado final porque nos la montaron para que la viéramos. Tuvimos antes nuestros más y nuestros menos, gracias al eterno español de las obras que cierran calles con lo que el autobús se las vio y deseó para entrar en una callejuela. Y ahí estuvo la habilidad del conductor y los espontáneos guardias urbanos.



En Montcada fue al contrario, que Espinosa parece que ya tiene la falla terminada pero apenas vimos nada porque se encuentra toda despiezada y envuelta en plásticos... de modo que lo importante del viaje, el almuerzo, centró lo mejor de la mañana.


Ese bocatín de atún con olivas, los cacaos, las olivas, las cebolletas, la cerveza... y el cielo que nos respetó para que pudiéramos hacerlo como siempre ,al aire libre con los niños correteando por ahí.

Luego hubo comida en la falla y una cabalgata infantil en la que me cuentan que participaron unos 30 niños de la Comisión.


Muy bien.



Esto ya va.

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