sábado, 11 de abril de 2009

SUCEDIDO

Era una noche algo chunguilla. Llovía pero no. El cielo encapotado oscurecía más aquello, que sin estrellas y con ese asperge discontínuo daba un no sé qué, como un jamacuco.

Vaciamos el casal, que tras tantos días desde fallas estaba con todo el unte, el pringue, petao de trastos, de vallas, luces, equipo de música, vajillas, el depósito del agua... hasta el bombo y las cajas con que "alegramos" el cotidiano devenir de nuestros vecinos.

Un cuadro, o sea, y entre más o menos los de siempre. Comme d´habitude, que diría el François.

Y cuando la furgoneta de Cervera estaba llena, y ya se habían ido Monllor Jr. y el Presi, apareció Mollá y nos subimos en su coche Fran, Emilio, el gendre y yo. El coche es grande, cierto, pero cinco humanidades llenan, y allá que nos fuimos tras Cervera, que llevaba de copilotos a Lluna y Suso.

Jijijí, jajajá, o sea lo normal, camino del polígono de Picaña donde estaba el trastero.

- Pues de precio no está mal.

- Había de más baratos, quizás, pero aquí estás tranquilo, que hay cosas que valen dinero, y está vigilado.

- Pos fale

- Pos muy bien.

Un polígono de noche es una ciudad fantasma. El almacén, informatizado, es un derroche de cámaras, de alarmas, de tarjeta con lector, de mírame y no me toques, que se dispara esto o lo otro.

- Dejad el coche fuera
- Será mejor
- Cuando entre la furgoneta entrad deprisa que se cierra.

I a corregudetes, darrere d´ell.

Baja la persiana a los pocos segundos.

- Coño, que da yuyu. Tancats, i no apareix ningú.

Llevamos la plataforma con ruedas que trajo Mollá para descargar. Pero allí hay más, que como los carritos de Mercadona sacas con moneda. Y entre los ocho vamos cargando todo. Y sube Vicente, que sin tarjeta no va el montacargas.

Y no baja.
I te fiques nerviòs.

Al final, por las escaleras, llegas a la planta de los contenedores. El nuestro es doble, en un laberinto de pasillos, sin más romper el silencio que nuestras voces.

Solos.

Recordaba El Resplandor.

Se apagan las luces y entre penumbras la cara de loco de Jack Nicholson con algún artefacto punzante ensangrentado. O de un almacén, el espíritu errante de un desgraciado que se quedó encerrado y cuya alma desfila por los siniestros pasillos buscando venganza.
Total que hacemos lo que tenemos que hacer entre risas, sí, pero sin pausas. Y sin separarnos de Cervera, que es "el de la tarjeta", el de la llave del calabozo.
- Mira a la cámara.
- ¿Hay alguien ahí?.
- Son de atrezzo. Fijo.
- Cierra.
Bajamos. Devolvemos los carros a su sitio.
Y salimos los peatones antes que la furgoneta.
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHH AAAAAAAAAAAAAHHHHH
La alarma suena.
¿Cómo se para esto, me cagoenlaleche?
- Teníais que haber salido detrás.
- Y un huevo. Pues no teníamos ganas de salir ni ná.
Tarjeta amunt, tarjeta avall, al final todo vuelve a su ser.
- Hay que hacer otro viaje.
- Pues va a ser que por ahora que esperen.
- ¿Cenamos por ahí?...
El coche poco a poco se vacía. La lluvia se va haciendo más impertinente...

No hay comentarios: